Hacía ya tres días que Jörn no iba
a verla, tres días que en circunstancias normales a ella le hubiesen parecido
algo normal; sabía de sus demonios, de sus recuerdos, sabía, que algunos días
él se mostraba ausente y hasta entonces no le había importado, ¿porqué debería
de importarle ahora?, ¿quizá…?. Solo el hecho de pensarlo la hacía estar de mal
humor. Durante estos largos meses, había aprendido muchas cosas y aun le
quedaban otras tantas por aprender, pero lo que mejor había aprendido era a no depender del afecto ni la proximidad
de nadie. Aquello debía de acabar.
No tenía muy claro cómo hacerlo,
le apreciaba, él la había ayudado mucho y mentiría si negase que su compañía le
era placentera, lo era hasta el punto en que comenzaba a echarle de menos, a
‘necesitarle’, sonrió, más para sí misma, ¿era eso lo que quería?, desde luego
que no. Como tenia claras sus opciones pero no el modo en que tenía que
resolver aquel asunto, opto por lo más sencillo, resolverlo sobre la marcha, ya
vería que podía hacer y que se le ocurría para zanjar el problema, de momento
bajaría al pueblo donde esperaba encontrar a Jörn.
Dejo acondicionados lo mejor que
pudo a sus amigos felinos, pese a que éstos se las apañarían bien sin ella,
eran gatos, cazaban ratones y el campo estaba lleno de ellos, rumiaba que es lo
que debía hacer sin encontrar respuesta, dio varias vueltas antes de cerrar el
pesado portón, por un lado no quería irse pero por el otro, algo en su interior
le decía que quizá pasara un tiempo sin regresar a la Torre, no sabía porque
pero su instinto pocas veces había fallado y cuando había dejado de seguirlo
las cosas se habían torcido llevándola a una locura que no tenía intención de
repetir.
Recorrió el sendero que bajaba
hasta la aldea y una vez allí sus pasos se encaminaron casi sin pensar hasta la
taberna donde hacía ya un tiempo se habían conocido. Allí estaba Jörn, sentado
en una mesa, solo, con una enorme jarra de cerveza ante él. Ni siquiera la vio
entrar, no así el posadero, que servil se acerco a ella inclinando su gorda
cabeza y haciendo amago de algo parecido a una reverencia. Ella siempre pagaba
bien a quienes le servían, a quien le servía buena cerveza solía pagarle mejor.
Se sentó en una mesa aparte, tras
Jörn, no quería que éste la viese, quería observarle un rato y pensar. El
tabernero le sirvió una jarra, apartándose de ella sin darle la espalda, con
fingida sonrisa de servidumbre, antes de beber un sorbo, observo tras las
espaldas del hombre con quien últimamente había compartido el lecho, se fijo en
que varias rameras hablaban entre sí, mirándole coquetas mientras emitían
estúpidas risas, él ni se inmutaba, absorto como estaba en sus pensamientos y quién
sabe si en el recuerdo de los fantasmas que le atormentaban.
Mirándole, sintió una mezcla de
amor y compasión por él. Amor porque le agradecía que hubiese sido él y no otro
quien le hubiese quitado el olor de la piel, ese olor a podredumbre que ella
sentía que desprendía su piel por el contacto de su aun esposo. Jörn era un
buen hombre, la había ayudado mucho, la había hecho recordar lo que era el
placer, y sin embargo, no, no podía amarle, su corazón, ¿tenía corazón?, ese
pensamiento la hizo sonreír un instante antes de acercar la jarra a sus labios
y beber sin dejar de mirar al gigante rubio por encima de ésta, sin perder
detalle de lo que él hacía. Jörn levanto la cabeza, suspiro, no pudo verla a
ella porque estaba detrás de él, separados apenas por unos metros, bebió un
trago de su cerveza y mientras lo hacía, los ojos del hombre se fijaron en una
de las putas que había en la taberna, tras beber, se limpio con el reverso de
su manga y siguió mirándola, ella, sintiéndose observada le sonrió. El hombre
no hizo ningún gesto que revelase sus intenciones para con la fulana, solo la
miro como se mira algo hermoso.
En ese instante supo lo que debía
hacer. Aquel hombre, Jörn, no le aportaba nada más que placer y compañía y sin embargo empezaba a despertar en ella algo parecido a los celos, a
la añoranza y si sentía celos y añoranza era porque aun podía amar o algo
parecido a amar. Arrugo el ceño muy enfadada, no con Jörn, si no con ella
misma; termino su jarra de cerveza y se puso en pie.
Era cierto, estaba empezando a
sentir algo por Jörn, no con la
intensidad demencial con la que había amado al traidor, pero lo que sentía por
ese hombre era algo que podía convertirse en algo tal vez parecido y no iba a
consentirlo, por otro lado, Jörn echaba de menos a sus fantasmas…era hora de
enviarlo con ellos, ¿acaso no era eso, en cierto modo, una manera de
demostrarle su amor?, un amor que no tendría fin, que sería eterno y perfecto,
del que solo recordaría lo bueno; no tendría fin porque ella iba a ponerle fin
ahora mismo.
Decidida avanzo hacia él,
despacio, para no sobresaltarle, cuando estuvo muy cerca, con infinita dulzura poso una mano sobre sus fornidos hombros. Jörn reconoció su tacto
y la acaricio.
_‘Te he echado de menos mi reina’, -dijo sin girarse-
En la taberna, la gente seguía
bebiendo y hablando animadamente, sin inmutarse por ver a los dos amantes juntos
pues ya los habían visto muchas veces, ni siquiera repararon en ellos.
_‘Yo a ti también, más de lo que puedo permitir’, -respondió Medb pegando
su cuerpo al del hombre por detrás-
El ladeó entonces la cabeza hacia
atrás, buscando un beso. Ella correspondió a su búsqueda uniendo sus labios a
los suyos en un beso tan apasionado como el que se dieran el día en que se
conocieron. Mientras, su mano busco y encontró sin dificultad el cuchillo que
siempre llevaba sujeto a su cintura, y de un certero tajo, segó la garganta del
hombre que estaba besando, apenas le dio tiempo a reaccionar, la vida se le
escapaba mientras ella seguía besándole, quedándose con su esencia, con su
recuerdo.
Cuando Medb despego sus labios de
los de Jörn, este ya estaba muerto, el tajo había sido profundo y mortal; le
amaba, no hubiese consentido que sufriese. Jamás se lo hubiese perdonado. Enfundo
su cuchillo y antes de que la cabeza inerte de él cayese sobre la mesa, ahora
cubierta de sangre, la sujeto por los
rubios y rizados cabellos que tantas noches había enredado entre sus dedos y
acercando su boca al oído de él le susurro.
_’Regresa con tus fantasmas, amor mío’
Con delicadeza dejo que la cabeza
de Jörn reposara sobre la mesa, satisfecha por lo que acababa de hacer, seguro
que él ahora era feliz pues ya no tendría que pensar más en ellos ni se
sentiría atormentado, descansaba en paz, quizá no en Valhala pero si en algún
lugar donde los recuerdos no le hiciesen más daño.
La gente de la taberna había
enmudecido de golpe tras observar la escena. Nadie se atrevió a decir nada por
miedo a no acabar también como había acabado el bueno de Jörn. El tabernero se
acerco, arrugando nervioso el delantal que cubría su enorme barriga con ambas
manos. Medb descolgó entonces la bolsa con monedas de oro que llevaba
colgada al cinto, no escatimo, se la dio entera al posadero.
_’Quiero que tenga un buen funeral, el mejor que el dinero pueda pagar,
si necesitas mas, dímelo’
El orondo sirviente tomo la bolsa
y como era su costumbre la sopeso, miro un instante a Jörn, ahora muerto, con
la mitad de su cuerpo apoyado sobre la mesa, la sangre cayendo a ambos lados de
ésta y formando un gran charco en el suelo.
_’Por los dioses, cuantas sangre!, -exclamo-, ‘era un hombre enorme, tal vez necesite…’
No acabo la frase, Medb se quito
un colgante que portaba al cuello, una valiosa perla engarzada en oro.
_’El mejor funeral que se pueda pagar, ¿entiendes?, -repitió
mirándole con fiereza a la vez que le tendía el colgante-, el mejor!’
El tabernero cogió la joya y
empezó a dar órdenes a varios criados para que se llevasen de allí al muerto y
limpiasen todo aquello, mientras tanto, Medb, como hipnotizada, seguía absorta
en la sangre que goteaba sobre el suelo, sin un ápice de arrepentimiento en la
mirada. Así estaba cuando alguien se le acercó, era una mujer, más o menos de
su edad y envergadura, por las ropas que portaba debía tratarse también de una
guerrera o una busca vidas, no la había visto antes por allí. Con total
descaro, observo al gigante muerto,
arqueo una ceja inquisitiva y mirando a Medb paso un dedo sobre la mesa,
empapándolo en sangre y llevándolo a sus labios.
Medb por un instante sintió ganas de asesinarla,
¿Cómo se atrevía?
_’Umm, delicioso’, -dijo la mujer tras saborear la sangre-
La guerrera la miró, furiosa, a
punto de estallar, el nada habitual acento eslavo de la recién llegada fue lo
único que la detuvo. Eso y su malsana curiosidad.
_‘…Mucho’, -respondió, sin saber muy bien por qué había respondido
eso, pero lo cierto es que Jörn había sido una delicia en todos los sentidos y
sin duda, su sangre, debía de tener algo de deliciosa también; pensar tal cosa
la hizo reír, primero un poco, luego a carcajadas. Si, había logrado vencer al más
terrible de los demonios, ese que llaman amor
y del cual no quería volver a saber nada nunca más.
_’Mi nombre es Svetlana, a tu servicio’
La mujer tendió su mano a Medb y
ésta la correspondió.
_’¿Svetlana dices?, -pregunto mirándola de arriba abajo-, no te había visto antes, ¿de dónde vienes?’
_’De las montañas, mujer de pelo rojo, -dijo mientras movía ambas
manos, dando énfasis a sus palabras-, había
oído hablar de ti, hoy he visto que lo que decían es cierto, -sonrió,
frunciendo los labios, carnosos, en una perversa sonrisa-, mis amigos y yo estamos acampados cerca de aquí, donde crecen los
árboles más grandes’
-_’¿Los árboles?, -pregunto Medb intrigada-
-_’Así es guerrera, mis amigos son leñadores y yo, -entornó los
ojos, unos ojos color miel que eran tan vivaces como los de un zorro-, yo viajo con ellos’
-‘¿Teneis cerveza?’, -volvió a preguntar Medb-
_’En abundancia!, -respondió Svetlana de nuevo moviendo las manos
para corroborar sus palabras. Hablaba arrastrando las ‘erres’ lo que le
confería una forma de hablar muy peculiar-
_‘Siendo así, preséntame a tus amigos’
Ambas mujeres se dirigieron hacia
la puerta, sin mirar atrás. Los que había en la taberna siguieron bebiendo y
comentando por lo bajo con prudencia de no ser oídos lo que acababa de pasar,
porque conocían a Medb y sabían que lo mejor para ellos era hacer como si no
hubiese pasado nada. Temían su cólera, sabían que tarde o temprano se desataría
la tormenta, demasiado tranquilos habían estado estos meses en los que Jörn la
entretenía, eran conscientes de que esa calma no duraría mucho, así que si se
iba con esa extranjera, aunque fuese unos días, eso que ganaban. La Reina no
olvidaba nunca a sus amigos, a sus enemigos tampoco.
Antes de salir por el umbral,
Medb se giro, pero no para mirar hacia donde varios criados se llevaban el
cuerpo de Jörn, si no para recordarle al
tabernero, que de no cumplir con lo que le había pedido, volvería ella misma en
persona a recordárselo. El hombre trago saliva y se limito a asentir moviendo
la cabeza varias veces, intentando con ese gesto convencer a la guerrera de que
su amante gozaría de un buen funeral.
Svetlana y Medb se perdieron en
las sombras que conducían al bosque, por el camino, iban hablando, como si se
conociesen, había algo en el espíritu de ambas que las unía y ninguna de las
dos sabía muy bien que era.
_‘Te gustara Frango, es tan básico y a la vez tan…’, -sus manos se
movieron de nuevo, ésta vez en un gesto obsceno-
Lo último que se escuchó en la
noche fue la risa de ambas.
*(Draugar fortíðar significa ‘Fantasmas
del pasado’ en islandés)