domingo, 2 de julio de 2017

Bjór. Capitulo V

Entro en la taberna sin pensárselo dos veces, había llegado el tiempo de recuperar su vida, pero antes, tenía ganas de beber hasta perder la consciencia, hasta ahogar el dolor que aún atenazaba su pecho pero que poco a poco se iba convirtiendo en una mezcla de indiferencia y lástima, chasqueo con la lengua, siempre pensó que la lástima es lo peor que se puede sentir hacia alguien, si, lástima, ni ira ni odio ni sed de venganza, solo lastima.

Se llevo una mano a la bota, había venido desarmada pero no sin dinero; una bolsa llena de oro seguïa allí.

Miró a su alrededor con indiferencia y busco un lugar vacío hacia el que se encaminó.
Dejó la bolsa sobre la mesa y golpeo ésta dos veces con la palma de la mano…

“_Hasta que se acabe”, -dijo al tabernero mirándole fijamente-

El hombre, un tipo orondo y con la cara roja asintió sin dejar de mirar la bolsa con piezas de oro que la mujer había dejado sobre la mesa mientras se limpiaba repetidas veces las manos en el sucio delantal que, bajo su gorda barriga apenas era un trapo repugnante. Hizo ademán de cobrar por adelantado, pero la mirada amenazante que ella le dedicó le persuadió de ello, se abstuvo y sonriendo de forma bobina asintió varias veces.

“_Lo que gustéis y como gustéis”, -dijo caminado de espaldas hacia uno de los barriles, inclinando la cabeza varias veces. Hacía mucho que nadie veía a Medb por allí, pero desde luego no la habían olvidado como tampoco habían olvidado que le había dado una buena tunda a más de uno por mucho menos- Presuroso, tomo una jarra del estante y tras asegurarse de que estaba limpia la lleno de cerveza y la dejo con cuidado frente a la guerrera.

“_Según las veas vaciarse tráeme más”, - sentencio sin mirarle, luego tomo la jarra y bebió de ella hasta que no dejo ni una gota pese a que al hacerlo, parte del liquido se derramo sobre su pecho-
El tabernero le sirvió otra, y otra, y mientras lo hacía, miraba de reojo la bolsa de dinero que seguía sobre la mesa.

Medb se repantigó sobre el sillón, levanto las piernas y las puso sobre la mesa, junto a la bolsa, ya iba por la quinta jarra cuando empezó a mirar a su alrededor, había perdido un poco la  costumbre de beber, pero no lo suficiente como para que sus ojos se nublasen, al menos aún. Observo que había gente de lo mas variopinta, había putas, como siempre, pero ellas solían se buena gente y raras veces daban problemas, también había algún campesino, quien sabe si el esposo de la mujer con la que había mantenido hacia unas horas la larga conversación que la llevo a la conclusión de que su determinación de dejar a un lado el pasado era la correcta, pobre infeliz… eructo y se rio antes de beber otro trago, ya un poco más animada y a punto de agenciarse la sexta jarra de ese liquido amarillo y algo amargo que tanto le gustaba y con el que había celebrado, junto a él, tantas y tantas cosas buenas…

Se fijo en un grupo de comerciantes que parecían discutir sobre el precio de sus mercancías, se fijo también en un grupo de viejos guerreros que habían alzado sus jarras hacia ella cuando la vieron entrar, se había ganado el respeto de muchos y eso, era algo de lo que siempre se sintió orgullosa.

Cuando ya iba por la séptima jarra, volvió a fijarse en el grupo de mercaderes y entonces, le vio, arqueo una de sus rojas cejas, ladeo la cabeza e instintivamente se paso la lengua por los labios.

Era un hombre alto, rubio como la cerveza que estaba bebiéndose y no parecía de allí, si lo fuese ella le conocería y no le conocía. Tenía aspecto de guerrero, o mercenario quizá al servicio de los mercaderes, contratado para salvaguardar sus intereses; permanecía en pie, serio, atento pero sin demasiado interés en lo que se hablaba o hacían en la mesa que custodiaba. Se fijo mas en él y vio que aquel hombre también estaba mirando hacia donde ella estaba. Bebió un trago, sin dejar de mirarle, había empezado a sentir una especie de aversión hacia los hombres, sobre todo hacia aquellos que le parecían atractivos, y aquel, desde luego lo era.

Se levanto de su asiento y giro este de modo que no quedase frente al hombre que no dejaba de mirarla con sus acerados ojos azules, Odín, tenían el color del hielo sobre el fiordo!; el alcohol estaba haciendo de las suyas y al girar la silla, con un movimiento torpe hizo que derramase la jarra sobre la mesa vertiendo todo el líquido por el suelo, el tabernero acudió raudo con otra llena en la mano y algo parecido a una bayeta para limpiar lo vertido, Medb le dio un empujón con el pie y éste cayó de culo.

 Entonces, empezó a reír, a reírse de si misma…

¿Que hacia ella, en una taberna, bebiendo sola, cubierta apenas con unas sedas como si fuese una prostituta más?; sentada en la colina, con la amante de su aún esposo no había reparado en ello, y eran tantas las ganas de beber y olvidar que no se había dado cuenta de que su aspecto no era el más adecuado para acudir a un tugurio como aquel.

Se puso en pie y tendió la mano al posadero para ayudarle a levantarse, le pidió disculpas y tras coger la bolsa se la entregó a éste que sopesándola sonrió de buen grado.

“_Volved cuando gustéis, mi casa es vuestra casa”, -dijo el gordinflón en voz alta, sin soltar la bolsa mientras ella se dirigía hacia la puerta-

_”Lo haré”, -respondió ella sin girarse, mientras intentaba fijar la mirada en la puerta y no tropezar con nada-

Cuando llegó a la salida se detuvo y sus ojos buscaron una vez más los del rubio guardaespaldas que divertido por la escena sonreía de medio lado.

Medb arrugó el ceño, pero luego correspondió a la sonrisa del hombre con otra sincera. Una vez fuera, cogió uno de los cubos de madera llenos de agua que había junto al abrevadero y se lo echo por encima, debía regresar a casa y el estado en que se encontraba no era el más adecuado para ello; el agua helada la reavivó y le hizo recobrar por completo el control. Se sacudió el pelo, intento recomponer lo mas dignamente que pudo la tela que utilizaba como ropa y se encamino hacia el Torreón. Sus amigos felinos debían de estar muertos de hambre y ella también lo estaba, hambre de comida y hambre por sentir a un hombre entre sus piernas; no había muerto de pena, seguía y se sentía viva, siempre había sido una mujer ardiente y había cosas a las que no tenía pensado renunciar.

Mientras caminaba, ya con la mente clara, iba pensando que ni mil baños le harían olvidar el tacto en su piel del amado, sus caricias, su aroma, ese brinco que daba su corazón cada vez que le tenía enfrente desnudo. Hacía poco tiempo de eso, y sin embargo parecía que había transcurrido toda una vida. Se detuvo para tomar aire, un instante, y sintió como el viento helado pegaba las sedas a su cuerpo, enredándose entre sus muslos y queriendo entrar allí donde solo él había tenido el derecho y el privilegio de entrar durante tanto tiempo, se enfado con el viento solo por intentarlo. Debía olvidar, lo sabía y aun así su corazón se negaba a ello, pero no le quedaba otra opción, era lo que los Dioses habían dispuesto y lo que el ingrato había querido, desatendiendo toda lógica. Pensó entonces en el guerrero de la taberna. Le hubiese gustado que estuviese allí ahora mismo, que la tomase como un animal sin decir ni una palabra sobre las frías piedras del camino, que sujetase su pelo, mordiese sus labios y la hiciese sentir mujer de nuevo. Pero él no estaba y ella era demasiado orgullosa para ir en su busca.

Retomo su camino y llego a la Torre, encendió el fuego, y como no tenía nada para comer, se tumbo en el jergón junto a los dos gatos hasta que se quedó dormida.

*Bjór significa ‘cerveza’ en islandés


Draugar fortíðar. Capítulo VIII

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